Una reflexión al hilo del libro “Disculpen que les hable de la radio”, de Javier Tolentino (I)
¿La radio que nos merecemos?
- La cobertura del atentado yihadista de Barcelona del pasado 17 de agosto
Seguro que ustedes, como un
servidor, han disfrutado analizando conmigo el libro de mi colega, y amigo, Javier Tolentino, de RNE, “Disculpen
que les hable de la radio”. ¡Celebramos tanto cuando se anuncia la
publicación de un libro sobre radio que rápidamente acudimos a hacernos con él!
Y en el caso de este texto, no ha habido decepción, en la medida en que se
recogen afirmaciones, opiniones, basadas en la experiencia de un profesional
que decidió dedicar toda su vida a este oficio, tan absorbente y agradecido, a
un tiempo.
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Carles Francino, al día siguiente del atentado de Barcelona, el 18 de agosto, desde una unidad móvil de Radio Barcelona, arrancando "La Ventana" (Foto Twitter Cadena SER) |
Me gustó ese gran titular que
elegí en la primera de las entregas: “la
radio necesita una revolución total”, y me recordaba, inevitablemente, a
otro -muy similar- que escribí no hace mucho tiempo, “La radio necesita un buen revolcón”. Ambos comparten una idéntica
inspiración. Es cierto que la radio vive de rentas, de remakes, como inteligentemente apunta Tolentino que ocurre con el
cine, ante la falta de guionistas, y de buenas historias, tan escasas.
Pero, al mismo tiempo, el libro
de Tolentino carece de una mirada más prosaica, menos romántica, lejos del desiderátum y cercana al más puro
mercantilismo. La radio, podría decirse, jugando con las palabras, ya no es
ocio, sino negocio. Quienes deciden -y así le va a la radio- no son quienes la
hacen y saben realizarla; sino los responsables de las cuentas de resultados.
Partiendo de este planteamiento, sí, tan demoledor, mucho me temo que todos los
deseos de Tolentino, magníficamente expuestos en este “Disculpen que les hable de la radio”, están muy lejos de la
realidad que nos circunda, y que sufrimos como oyentes, a pesar de la buenísima
voluntad, el trabajo y el oficio acumulados por los auténticos profesionales
que, pese a todo, cumplen muy bien su papel. Al menos lo intentan, alentados
por su prurito.
Quienes deciden -y así le va a la radio- no son quienes la hacen y saben realizarla; sino los responsables de las cuentas de resultados
Coincido, al 99 por ciento con
los planteamientos de Tolentino, pero en el plano del ‘deber ser’, no
-desgraciadamente- en el del ‘ser’. No podemos obviar que, con los años, y
sobre todo con el varapalo de la crisis económica, y sus efectos en la
inversión publicitaria, la industria radiofónica nacional se ha visto obligada
a modificar la inspiración de su trabajo y a priorizar los resultados -dicho de
otra forma, su sostenibilidad o supervivencia- frente a la calidad de lo
ofrecido, sin darse cuenta de que este modus
operandi encierra una trampa, que no es otra que los resultados están
condicionados a una buena calidad del producto (a pesar de que Tolentino
rechace este término con vehemencia, precisamente por su marcado acento mercantilista).
Expresado de otra forma: sólo habrá resultados si se ofrece una buena
programación, firmada por auténticos profesionales. Y no es esto lo que se
fomenta desde los despachos donde se decide.
La radio seguirá siendo para
muchos de quienes la hemos hecho toda la vida, y la amamos profundamente, un
cúmulo de bondades cara al oyente. Pero esta visión ha muerto. Los números, las
cifras, se han impuesto y las cuentas de resultados mandan. Cómo si no, las
coberturas de las más potentes cadenas de radio en grandes acontecimientos se
han visto mermadas por la falta de recursos humanos. La redacción de los
Servicios Informativos de la Cadena SER
sigue siendo la más poblada de la
radiodifusión española. Pero, como los ERE's las han reducido todas, la proporcionalidad
sigue beneficiando a la cadena de Prisa.
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José Luis Pérez, director de los Servicios Informativos de Cope, en directo desde Las Ramblas de Barcelona (Fotografía Twitter Cadena Cope) |
El último ejemplo vivido con
auténtica intensidad fue este pasado verano, en pleno agosto, ante el gravísimo
atentado yihadista cometido en pleno corazón de Barcelona. La mitad de los periodistas
estaban de vacaciones. Las redacciones, diezmadas ya por la crisis, y ajustadas
al milímetro, tenían que responder ante el reto. Pero la falta de personal fue
evidente en las primeras emisiones de todas las cadenas, y la abundancia del
teléfono móvil, casi siempre entrecortado, era la nota dominante. ¿Desde cuándo
la SER se veía obligada a pinchar el
sonido de Tele 5, la competencia, que estaba en el lugar donde comparecía el conseller de interior, Joaquim Forn i Chiariello, y sin
embargo Radio Barcelona no disponía de esa conexión? El dispositivo de emergencia
que se establece en el despacho del responsable de informativos necesita puntos
de observación, y esos puntos deben estar cubiertos por redactores curtidos. Lo
que ocurrió el pasado 17 de agosto es que las primeras horas fueron, además de
la lógica e inevitable desorientación inicial, un ejemplo de voluntarismo más que de eficacia, con honrosas excepciones, como la de Pedro Blanco, en la SER, al
que le tocó coordinar un dispositivo que observó numerosas carencias, tanto técnicas
como humanas. Tantas que se vio obligado a explicar y a justificar las
reiteraciones ante la falta de información.
Me temo que tenemos que acostumbrarnos a convivir con una radio más precaria. Con una radio que ha ganado en simplificación tecnológica, es cierto, pero mal entendida
Sin embargo, la percepción de la
audiencia, no sólo de la SER, sino del
resto de cadenas radiofónicas, incluida la pública, es que los resultados
fueron magníficos. Así lo confirmaban en redes sociales... Y no es cierto. La falta de recursos, insisto, humanos y
técnicos (los técnicos de exteriores, por
ejemplo, empiezan a ser una rara avis…) se contrapesa con lo más
preciado que tiene un profesional de la radio ante situaciones como ésta en que
la actualidad te retuerce el corazón: la raza. En octubre pasado, se les concedió un Ondas colectivo a todas las emisoras por esta cobertura. No me parece ajustado, y sería un buen ejercicio universitario analizar y cuantificar medios, humanos y técnicos, respecto de otras circunstancias similares anteriores.
Recuerdo que, en numerosas
ocasiones, cuando ya estaba destinado en el departamento de Programas, en Gran Vía
32, la central de la SER, y veía a mis
compañeros de Informativos, de donde procedía (¡cuántos atentados de ETA tuve
que contar desde el lugar de los acontecimientos…!) literalmente correr para
cubrir una urgencia informativa (los atentados de las Torres Gemelas de Nueva
York, en 2001 o el de Atocha en 2004, por ejemplo), yo tenía envidia de ellos,
porque mi condición de periodista rezumaba borbotones de pasión y, si me
permiten, de oficio incontenido.
¿Qué ocurrió el 17 de agosto? Que
el oficio, la raza, de todos los periodistas de todas las redacciones de
informativos de la radio española -veteranos y aprendices- se volcaron,
literalmente, en la cobertura de los hechos y, con más o menos fortuna en cada
caso, con balbuceos, coletillas, dubitaciones y también con templanza en muchos
casos, afrontaron unas primeras horas de reto profesional como auténticos héroes.
Su relato, sí, atropellado, se fue calmando con el tiempo, y las primeras
certidumbres e informaciones. Pero es aquí, en estos auténticos compromisos
informativos, donde se palpa hasta las cejas si una redacción está engrasada y
sus piezas funcionan a la perfección.
El éxito, si lo hubo (que yo creo
que sí, al final), el pasado 17 de agosto, fue por mérito de los profesionales
que ocuparon la antena aquella tarde interminable, a pesar de las limitaciones
que imponen las restricciones presupuestarias de las empresas, sus directores
financieros y CEO’s. El prurito profesional, el compromiso, el reto, la raza,
el oficio, están muy por encima de ejecutivos irresponsables que cercenan
inversiones y que, ¡oh, paradoja!, son los primeros que se enorgullecen de los
resultados, que enarbolan como propios, cuando ellos son quienes
los obstaculizan con sus decisiones.
Esa misma raza es la que inspira,
y mueve, y remueve, a los periodistas que, disfrutando de sus merecidas
vacaciones, las interrumpen para ponerse a las órdenes de su director de
informativos. No porque les llamen para presentarse en la redacción, sino
porque lo hacen motu proprio. Entre éstos,
pero no solo, las estrellas de los grandes programas, que al día siguiente se
situaron al frente de sus respectivos espacios, en directo desde las Ramblas de
Barcelona, micrófono en mano, para informar de una tragedia como la vivida en
la ciudad condal ese aciago día.
Esta es la radio que tenemos, señores. Agradezcan, por favor, a los profesionales, a los que dan la cara y a quienes les hacen brillar más en la trastienda, el esfuerzo derrochado
Esto es lo que ocurre cuando
existe sincera y auténtica vocación en un profesional que ha decidido volcar su
vida en servir a los demás. Ante un acontecimiento del calibre de lo ocurrido en
Barcelona, todas las redacciones se pusieron al servicio de la antena. Pero las
circunstancias, hoy en día, son otras muy diferentes. A la falta de recursos y
a los periodistas acogotados, se unieron el parón estival, la lejanía de las
ubicaciones, y destinos vacacionales, que impidieron que el engranaje brillara
como en otras ocasiones.
En esas otras ocasiones, que
antes citaba, y sin pretender ser nostálgico, ni tampoco comparar injustamente
punto por punto, las redacciones de entonces -más nutridas, más engrasadas, mejor
ensambladas- ofrecieron a los oyentes unos programas especiales magníficos, igualmente
inspirados, en sus comienzos, en la improvisación. En el
caso de mi casa entonces, la SER,
liderados por un Iñaki Gabilondo, sólido
y eficaz, que nos dejó boquiabiertos a todos por su capacidad para afrontar una
situación como los atentados de Atocha de 2004. Hubo errores, sí, contaminación informativa
interesada (hoy conocemos la paternidad de las fuentes), pero en su momento Iñaki pidió perdón. ¿Cuántos profesionales que se han equivocado lo han pedido en público?
Me temo que tenemos que acostumbrarnos
a convivir con una radio más precaria. Con una radio que ha ganado en
simplificación tecnológica, es cierto, pero mal entendida. Como afirmaba el
mismo Javier Tolentino, pretenden hacernos creer que existe el “hombre orquesta” quien, provisto de un
milagroso ordenador, es capaz de hacer todo el trabajo “desde la esquina de cualquier café”. Todo para abaratar costes,
siempre los costes… Pero es un hecho,
que la radio de los medios, poderosos, sobrados, incluso en la radio pública,
se ha visto mermada por las necesidades de obtener beneficios a sus
accionistas, en el caso de las privadas y por las exigencias de cumplir con los
ajustadísimos presupuestos públicos, en el caso de las públicas.
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Ángel Expósito desde Las Ramblas de Barcelona, abriendo "La Tarde de Cope" el viernes 18 de agosto (Fotografía Twitter Cadena Cope) |
Pero hay un hecho que no quiero
dejar de comentar, ya para concluir esta primera parte de mis reflexiones en
torno a la radio que hoy en día vivimos; y es que los responsables financieros
de las grandes cadenas radiofónicas duermen tranquilos, porque, a pesar de sus
recortes, crecientes, continuados, incómodos, saben que los profesionales van a
responder. Y que si en un programa se reduce el equipo en dos personas, el
trabajo seguirá saliendo adelante. Y en circunstancias de urgencia como las
comentadas, la redacción será una, con todos sus miembros volcados en la
cobertura de cualquier acontecimiento. Pero no se dan cuenta -o no quieren
darse cuenta- de que al final la antena se resiente de la falta de medios, y
por más que ellos crean resueltos sus problemas de ajustes de personal, el
oyente, que no es tonto, se da cuenta de que la emisión suena mal, hay
demasiado teléfono, se percibe escaso, o limitado, el esfuerzo de producción en
temas y/o invitados, o la antena se engalana con la bisoñez de profesionales
alevines a los que se exige mucho más de lo que pueden/deben asumir como responsabilidad.
Esta es la radio que tenemos,
señores. Agradezcan, por favor, a los profesionales, a los que dan la cara y a
quienes les hacen brillar más desde la trastienda, el esfuerzo derrochado, y el amor y la pasión
que le echan, todos los días, en su empeño.
Agradecer a los profesionales? Nadie agradece una cobertura escasa por mucha raza que haya. La audiencia se irá a otros medios que aporten más. Los directivos y sus cuentas perseguirán esos nuevos medios.
ResponderEliminarExpósito o Francino en el lugar de la hechos por un acontecimiento no suplen la falta de técnicos, redactores, guionistas o realizadores.