Charles Chaplin y la radio, el sonido que le hacía vulnerable
- Chaplin no fue un entusiasta del cine sonoro, nació en el mudo y aguantó lo que pudo con su personaje 'Charlot', y su forma de trabajar. No le convencía nada el sonido sincronizado con la imagen
- Por eso prefirió el sonido desnudo, desprovisto de cualquier otro aditamento, el que sugería y provocaba la imaginación de quien lo escuchaba. Pero, al tiempo, hablar ante el micrófono, le provocaba temblores en las rodillas, y hasta miedo. A pesar de todo, se enamoró de la radio
- Sin ser muy consciente del efecto que provocó la radio en su vida, sus películas a menudo la presentaban como un personaje más, y ante ella se entrenó y ensayó sus grandes discursos, como el del final de "El gran dictador"
Chaplin en "El gran dictador" (1940), una parodia caústica sobre Hitler, en su discurso final pronunciado para la radio |
“Tienes que usar mucho tu imaginación… Puedes mirar a la cámara sabiendo que, si cometes un error, si te equivocas, puedes volver a intentarlo; puedes rehacer la imagen. Pero piensa en todas las miles de personas que hay en el mundo pendientes de cada palabra que digo. No sé qué decir; no he preparado un discurso. Esta es la primera vez que hablo por radio. Me da escalofríos pensar en ustedes en sus casas, con Tom, Dick, Katherine, Harry y el bebé reunidos a su alrededor, y yo aquí, junto a esta cosa rara, perforada con agujeros (la cosa, no yo), con las rodillas temblando y las manos fuertemente apretadas”
Acudió a la llamada del director de la emisora WOR de Newark
(Nueva Jersey), JM Barnett, para ser entrevistado por su locutor
estrella, el periodista Alfred J. McCosker, con ocasión del estreno de
su película “Una mujer de
París”. Por fin, después de la presentación correspondiente, Chaplin
tuvo que hablar: “Esta es la primera vez que hablo por radio. Me da
escalofríos pensar en ustedes en sus casas, con Tom, Dick, Katherine, Harry y
el bebé reunidos a su alrededor, y yo aquí, junto a esta cosa rara, perforada
con agujeros (la cosa, no yo), con las rodillas temblando y las manos
fuertemente apretadas”. Chaplin estaba tenso, pero concentrado en lo que
quería transmitir a la audiencia de aquel nuevo medio de comunicación que se
llamó ‘Radio’.
Faltaban quince años todavía para que Orson
Welles estrenara la versión “La Guerra de los Mundos”, junto al The Mercury
Theatre on the air, que agitó el mundo, aunque no tanto como contaron algunos,
y allí estaba Chaplin, intentado adaptarse a aquel artilugio mágico que
transportaba su voz hasta millones de domicilios estadounidenses, desde la
ciudad de New Jersey (USA). “Ahora estoy empezando a ganar algo de
confianza. Así que voy a ofrecerles algunas imitaciones -anunció-. Primero,
imitaré un violín (que tocó un miembro de la emisora WOR). Luego,
imitaré un saxofón (interpretado nuevamente por un miembro de la emisora). Ahora,
todos ustedes, escuchen a la banda de jazz”. Finalmente, no fueron
imitaciones, sino un juego infantil, una estudiada broma, cuenta Lisa Stein Haven, “pero el engaño de Chaplin hizo
gracia a casi todo el país”. Y el creador de Chaplin concluyó su
intervención: “Cuando no tengan nada más que hacer, vayan a ver mi nueva
película, ' Una mujer de
París '”. Ahí colocó su mensaje con éxito. Fue su primera vez. Y
el humor estuvo presente, como en toda su trayectoria.
Cinco años después de esta primera intervención en la radio,
llegó otro acontecimiento que iba a acercar de nuevo a Chaplin a los
micrófonos. El motivo era completamente diferente a la promoción de una
película, como en el caso de su bautismo radiofónico. Estaba relacionado
directamente con el cine sonoro. La NBC Radio, un network que llegaba a todo el
país, decidió reunir a un plantel de estrellas del cinematógrafo para probar si
el público aceptaría sus voces, como paso previo a la extensión y proliferación
del cine sonoro. “El New York Times informa aproximadamente una semana
antes de la emisión, el 29 de marzo de 1928, de 9 a 10 de la noche, que
Pickfair, la casa de Mary Pickford y Douglas Fairbanks, sería el
estudio de radio improvisado para el proyecto y que Dodge Brothers Automobiles
sería el patrocinador”, comenta Lisa Stein Haven. A los actores citados, se
sumaron luego otros nombres tan prestigiosos como los de John Barrymore, Norma
Talmadg y la actriz de origen español Dolores del Río. Chaplin también iba a
participar, aunque ya conocemos lo que le desagradaba la idea del cine sonoro.
Escena final de "El gran dictador" (1940), en la que pronuncia el discurso final |
Pese al cuidado de todos los detalles, incluidos los técnicos, la transmisión fue un desastre, como corroboró para la historia Rob Farr en su ensayo “Screened but Not Heard: The Big Broadcast of 1928”. El medio era todavía muy inestable y las inclemencias del tiempo, lluvias borrascosas y tormentas en alguna parte del país, dieron al traste con aquellas voces ‘divinas’ que intentaron ganarse al público para que luego acudieran en masa a verles, y a escucharles, al cine. “En un artículo publicado al día siguiente de la emisión, titulado ‘Las estrellas de cine dan un gran programa de radio’, el New York Times informa que llegó a 55 estaciones en todo Estados Unidos a través de la red NBC. Edward G. Wilmer, presidente de Dodge Brothers, sorprendió a la audiencia al anunciar su primer automóvil de seis cilindros, llamado ‘The Standard Six’”. Charles Chaplin no estuvo especialmente brillante, ni tan ocurrente y divertido como en su primera intervención en la WOR de Newark. Tal vez el objeto de aquella reunión de amigos, conociéndole, no le convencía mucho.
El caso es que en el número 4 de la revista de sociedad, ‘Variety’,
un crítico identificado como ‘Abel’, escribió que “preferiría
ver a Charlie maquillado, que escuchar a Charles de ahora en adelante”. Su
voz quedó en entredicho en la radio, en un momento en que trabajaba por su
extensión, como tarjeta promocional de la llegada del cine sonoro. ¡Qué más
quería Chaplin para tratar de esquivarlo más tiempo! Como escribe Lisa Stein
Haven, “sería difícil argumentar una relación de causa y efecto directa
entre esta experiencia de radio y su retraso en la transición al cine sonoro.
Sin embargo, es probable que esta experiencia haya llevado a su decisión de
rechazar la oferta que recibió a principios de 1931 de 670.000 dólares por 26
emisiones de radio semanales” (Robinson, Chaplin: His Life and Art 421).
La radio le tentó, pero él no aceptó la suculenta oferta.
La radio que reproduce la ‘Danza húngara nº5” de Brahms, que coreografía el peluquero de 'El gran dictador' |
El crack económico de Wall Street en 1929 sumió en la desesperanza a Chaplin. Cuando regresó a Europa, en junio de 1932, se le notaba un hombre cambiado. “Su conciencia social había adquirido una nueva energía (...) y su actividad creativa se vio muy afectada por este cambio. Charlie comenzó a escribir los primeros escritos serios de su vida”. Este ‘nuevo’ Chaplin, más político, encontró en la radio, sin saberlo entonces, un tubo de ensayo para practicar la inspiración de los discursos más emblemáticos de algunas de sus películas, más populares y reconocidas, como “Tiempos Modernos”, “El gran dictador” y “Monsieur Verdoux”. Chaplin aprovechó una invitación de la Casa Banca, del mismísimo presidente, Franklin D. Roosevelt, para defender la NRA (la Administración de Recuperación Nacional), una institución gubernamental que defendía y velaba por unos códigos más justos y equitativos en el ámbito laboral. No es difícil, si leemos el texto en voz alta, recuperar algunas de las intervenciones de Chaplin en las mencionadas películas:
Charlot, su personaje fetiche, un icono del cine mudo, tenía conciencia social, igual que su creador, y con él intentó llegar a emocionar a su público. Chaplin, sin saberlo, había ensayado su personaje en la radio. Con el tiempo, las comparecencias en medios de comunicación de Charles Chaplin se hicieron más escasas, y menos políticas. Aun y todo, fueron más numerosas en la radio que en la televisión. Chaplin no se sentía cómodo en la pequeña pantalla y, sin embargo, la radio le cautivó. A menudo en sus películas aparecía la radio como un personaje más, como en “El gran dictador”. Chaplin amó la radio
“Apoyemos la buena voluntad del gobierno que aún mantiene los principios de la democracia, que permite que el capital y el trabajo cooperen y diseñen un código por su propia voluntad. Muchos de estos códigos están en vigor y son satisfactorios y justos para ambas partes. Otros aún están en suspenso, pero para ayudar a quienes ya han adoptado sus códigos, debemos hacer nuestra parte y brindarles nuestro patrocinio. (...) Hagamos todos nuestra parte. Capitalistas, industriales, trabajadores, hombres de todas las clases, unámonos en una gran causa, una causa que aliviará la miseria de los desempleados, una causa que acortará las horas de trabajo y elevará el nivel de vida, de modo que todas las clases de empresas puedan sobrevivir, todas las clases de hombres puedan disfrutar de los frutos de su trabajo, viviendo en armonía uno al lado del otro, cada uno de nosotros luchando por el bien común de todos”, concluyó.
Charlot, su personaje fetiche, un icono del cine mudo, tenía
conciencia social, igual que su creador, y con él intentó llegar a emocionar a
su público. Chaplin, sin saberlo, había ensayado su personaje en la radio. El
éxito de este discurso le condujo a varias peticiones de repetición del mismo
texto, ante públicos diferentes, con desiguales resultados. Por ejemplo, en el
concierto inaugural de las Hijas de la Revolución Americana (DAR), celebrado en
el Constitution Hall de Washington, DC, el 19 de enero de 1941 y transmitido
por WEAF, WOR y WABC. En un artículo titulado “4.000 asistentes a la gala en
vísperas de la inauguración”, The New York Times informa que Douglas
Fairbanks, Jr. actuó como maestro de ceremonias y actores como Raymond
Massey, Mickey Rooney, Ethel Barrymore, Irving Berlin y Nelson Eddy
“actuaron en varios papeles asociados con sus talentos, con una excepción.
Esta fue asumida por el señor Chaplin, quien dejó atrás los accesorios y los
gestos de su famoso personaje de vagabundo y, en su lugar, pronunció el
dramático discurso final de su película, El gran dictador”, inspirado en la
radio. En “Mi autobiografía”, el propio Chaplin describió su experiencia
esa noche, junto a un presidente Franklin D. Roosevelt, “en la que bebió
demasiados martinis”. Durante su discurso, con la voz seca, pidió un vaso
de agua para lubricar las cuerdas vocales, y el silencio en la retransmisión
radiofónica se hizo muy evidente, y afectó a la tensión del discurso final de
Hynkel, de “El Gran dictador”. La importancia de los silencios en la
radio.
Con el tiempo, las comparecencias en medios de comunicación de
Charles Chaplin se hicieron más escasas, y menos políticas. Aun y todo, fueron
más numerosas en la radio que en la televisión. Chaplin no se sentía cómodo en
la pequeña pantalla y, sin embargo, la radio le cautivó. A menudo en sus películas
aparecía la radio como un personaje más, como en “El gran dictador”, en
la peluquería, donde una radio emite la ‘Danza húngara nº5” de Brahms y
el peluquero sincroniza sus movimientos con la música, a modo de acompasada y surrealista coreografía. Chaplin amó la radio.
-Esta
historia se basa en este artículo de Lisa Stein Haven: “Transmisiones de radio
de Chaplin”.
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