Isabel Cadenas Cañón: “Siempre que cuentas una historia en profundidad surge el sufrimiento”

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Autora del pódcast “Se llamaba como yo”, tercera temporada de “De eso no se habla”
“A veces, el que salga una historia o no, depende de la suerte de los tiempos”
“A veces, el que salga una historia o no, depende de la suerte de los tiempos”
- Isabel Cadenas Cañón tiene la virtud natural de hipnotizar a sus oyentes con su forma de contar, con el timbre de su voz reposada, musical, cómplice, cercana y cálida
- Esta tercera temporada de su premiado pódcast “De eso no se habla” es un jirón de su propia vida en su tierra natal: Euskadi, visto a distancia, desde la colina madrileña en la que ahora habita y piensa
- Todo empieza por un comentario, asociado a un dato, una intermediaria que conocía el trabajo de Isabel y una primera conversación telefónica con Begoña
- De esta primera comunicación, hasta ahora, tres años con el proyecto “Se llamaba como yo”, que entonces, en los albores, no tenía ni título siquiera. Hoy, esta nueva historia representa la oposición entre la vida y la muerte, la violencia y el miedo y, sobre todo, de los silencios. Y es en el audio, donde los silencios cobran todo su significado
Isabel Cadenas Cañón nos citó a un grupo de amigos, semanas antes del estreno de "Se llamaba como yo", en un bar/librería de Madrid muy coqueto (el marco ayudaba) para escuchar los dos primeros episodios y charlar. Estaba convencida de que los comentarios le ayudarían a perfilar mejor la edición, y hasta la historia. Yo también lo creo. A menudo uno se sumerge en la historia y queda preso de ella, bloqueado, sin posibilidad de salida. No creo que fuera su caso, pero estoy convencido de que la ayudamos, porque ella, aplicada, fue tomando nota de los comentarios mayoritarios e introdujo algunos cambios en la edición definitiva. A mí la historia me impactó en lo personal. Yo había vivido los tiempos duros de ETA como periodista y la historia reflejaba mi propia vida. Meterse en ella exigía mucha fuerza interior, mucha capacidad de resiliencia. E Isabel la tiene...
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Isabel Cadenas Cañón (Fotografía PRX) |
-¿Por qué se mete Isabel Cadenas en esta historia hasta el fondo?
-Esta historia empezó por un nombre. Un amigo de Lasarte, el documentalista Xuban Intxausti, me contó que en su pueblo había un grupo de convivencia llamado Bizikidetza, y me contó que en ese grupo había una mujer que se llamaba igual que su hermana, que había muerto dos años antes de que ella naciera, víctima de una bomba, en una estación de tren. Me impresionó mucho esa historia: cómo habría vivido con el peso de ese nombre, y cómo habría hecho para reinterpretarlo después. Empezó con ese nombre, con esa pregunta, y la historia me fue llevando ‘hasta el fondo’, como tú dices.
"'Se llamaba como yo' se dirige a Begoña. Esa búsqueda, y esa relación, ha sido la principal motivación para hacer esta historia y no la hubiera hecho si no hubiera existido esa relación con Begoña. Pero, además de eso, la serie también se dirige al público general, tanto de Euskadi como de fuera, porque es un relato sobre cómo hablamos de los silencios, sobre quiénes quedan al margen de la historia, sobre cómo nos construimos como sociedad. Ha sido increíble la cantidad de gente que nos ha escrito, desde otros países, para decirnos que se sentían muy identificadas con la historia, que les ha ayudado a entender, y también para agradecernos “el tono”, por la manera de contarlo. Yo pensaba que esta era la historia más local de “De eso no se habla”, pero en realidad ha sido increíble la cantidad de escuchas y de comentarios que hemos tenido a nivel internacional"
-¿Cómo conociste a Begoña Urroz Ibarrola? ¿Cómo fue el primer contacto con ella?
-Después de que mi amigo Xuban me contara esta historia, hablé con Rosabell, una integrante del grupo de Bizikidetza: ella ya conocía mi pódcast “De eso no se habla”, así que sabía el tipo de acercamiento que iba a hacer a la historia, y habló con Begoña para contárselo. Y después, nos puso en contacto por teléfono. Nos escribimos un par de veces, pero Bego me dijo que no estaba en un buen momento para meterse en algo así.
-¿Y tú? ¿Lo estabas tú?
-Pues, si miro hacia atrás, Gorka, me doy cuenta de que yo tampoco hubiera podido hacer su historia en ese momento. Así que ese ‘no’ inicial acabó siendo una suerte para esta historia, porque nos permitió a ambas empezar a conocernos en otro momento mucho más propicio. A veces, que una historia salga o no depende solo de eso, de la suerte de los tiempos.
-¿Y cómo accedió Begoña a contarte su historia?
-Justo un año después, tanto Bego como yo estábamos en otro momento -lo que te comentaba de los tiempos- y quedamos un día en Lasarte (Guipúzcoa, a 10 kilómetros de San Sebastián) para tomar un café. Hablamos durante varias horas, sentadas en un bar de la plaza del pueblo y después de mucho hablar, le pregunté si podría entrevistarla para que me contara la historia de su nombre y la historia de su hermana. Le expliqué cómo es mi proceso de trabajo: que sería un trabajo largo, de mucho tiempo; que serían varias entrevistas; que ella iba a poder escuchar antes de que saliera.
-Dar confianza al entrevistado, en temas complejos como estos, es fundamental.
-Para mí es muy importante dejar claro a la protagonista cuál es su papel en la historia, porque siempre tengo claro que esta es su historia y que yo solo la estoy contando con ella. Bego dijo que sí, y al día siguiente empezamos. Y ya ves, ahí todo fue super fluido.
-¿Uno se mete en una historia como esta para sufrir contándola? ¿Cómo has conseguido mantener la distancia con la historia de Begoña?
-Yo, desde luego, no me meto en nada para sufrir. Es bastante paradójico, porque si me parara a pensarlo, sabría que esa es una parte imprescindible del proceso: siempre que cuentas una historia con profundidad hay momentos de eso, de sufrir, de estar perdida, de estar abrumada por el material de la historia. Jad Abumrad, el creador de Radiolab, lo llama “el bosque alemán”: esa parte del proceso en la que estás totalmente perdida, en la que no sabes cómo vas a poder ordenar todo ese material, en la que ni siquiera sabes qué forma va a tener, o cuál va a ser tu voz en esa historia. Ese momento en el que piensas -ahí sí- “¿por qué me he metido en esto?”.
-¿Cuánto tiempo puedes estar sumido en ese bosque de oscuridad?
-Pues puede durar días, o puede durar meses: son los momentos de búsqueda profunda, porque en cada historia que haces, también estás inventando una manera de contarla. Y eso es lo maravilloso de este medio: que estás continuamente creando nuevas maneras de contar. Y cuanto más tiempo pasas perdida en ese bosque, más hallazgos harás, más habrás encontrado una manera propia de contar esa historia, una manera que has creado solo para esa historia y que no vas a volver a usar. Jad Abumrad dice que a veces escucha una historia que ya ha hecho y piensa “En algún lugar en medio de ese trauma, creo que encontré mi voz. El bosque alemán es el lugar al que ir a buscar la nueva versión de ti mismo como narrador”.
-Hay quien planifica ese paso desde el principio, estructurando la historia a priori, para evitar perderse en ese bosque... ¿Cuál suele ser tu caso?
-Pues, en mi caso, cuando empiezo con una historia, nunca pienso en esos momentos de “bosque alemán”, porque estoy fascinada por la protagonista y su historia, quiero entenderla, y esa tracción me hace avanzar, ir haciendo entrevistas, tirando de hilos, pero también pensando dispositivos narrativos, escuchando mis intuiciones sobre cómo tiene que contarse esa historia. Y así, casi sin darte cuenta… llegas al bosque. Pero si hubieras pensado en el bosque en el primer momento, probablemente no estarías ahí.
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Isabel Cadenas Cañón con Berto Romero en el programa "Ovejas eléctricas" de LA 2 (TVE) en el que se ocupaba de contar historias (Fotografía RTVE) |
-¿Se ha producido algún tipo de conflicto entre la historia y tu condición de periodista y además vasca?
-No creo que haya habido conflicto, pero sí pienso a veces que vivir fuera de Euskadi me ha permitido ver las cosas de otra manera. Yo soy vasca: he nacido y crecido en Euskadi, he vivido los años del terrorismo allí, y eso me ha permitido entender el contexto del que estaba hablando: nadie me lo tenía que explicar porque yo lo he vivido. Pero, a la vez, llevar tanto tiempo fuera de Euskadi me ha permitido ver las cosas con más distancia. Una cosa muy importante para mí ha sido la complejidad: lo que hago en el pódcast de poner sobre la mesa la dificultad de elegir las palabras, que las palabras siempre están cargadas (de intensidad y dobles sentidos), y decirlo de manera explícita, era para mí importante.
-¿A quién se dirige esta entrega de “De eso no se habla”?
-La serie se dirige, en primer lugar, a Begoña. Lo digo de manera explícita en la serie, cuando decido cambiar de hablar a una tercera persona a hablarle a Bego, directamente, en segunda persona. Esa búsqueda, y esa relación, ha sido la principal motivación para hacer esta historia y no la hubiera hecho si no hubiera existido esa relación con Begoña. Pero, además de eso, la serie también se dirige al público general, tanto de Euskadi como de fuera, porque es un relato sobre cómo hablamos de los silencios, sobre quiénes quedan al margen de la historia, sobre cómo nos construimos como sociedad. Ha sido increíble la cantidad de gente que nos ha escrito, desde otros países, para decirnos que se sentían muy identificadas con la historia, que les ha ayudado a entender, y también para agradecernos “el tono”, por la manera de contarlo. Yo pensaba que esta era la historia más local de “De eso no se habla”, pero en realidad ha sido increíble la cantidad de escuchas y de comentarios que hemos tenido a nivel internacional.
-Del 1 al 10, ¿cuál ha sido la dificultad de esta nueva entrega de “De eso no se habla? dedicado al terrorismo en Euskadi? ¿Cuánto tiempo has invertido de trabajo?
-Uy, Gorka, es compleja esa escala, pero sí te reconozco que ha sido difícil, tanto por el tema, como por la investigación, como por la cantidad de material. “De eso no se habla” ha ido creciendo con cada temporada: la primera, fueron historias individuales, autoconclusivas, que se contaban en un episodio. En la segunda, empezamos con las miniseries: primero los episodios que iban por parejas, a los que llamamos “cara A” y “cara B”, porque se pueden escuchar por separado y son episodios autónomos, pero si los escuchas juntos crean una constelación, amplían el significado. Y, en esa misma temporada, hicimos nuestra primera serie, “Lunáticas”, una serie de cinco episodios breves que emitimos durante cinco días, para terminar el 25 de diciembre, el día de Navidad, y generar conversaciones en torno a la comida de Navidad.
-Y, por fin, la tercera, tal vez, la más intensa.
-Esta tercera temporada ha sido toda una serie sobre el mismo tema, ocho episodios. Y eso es un trabajo de estructura y de guion de mucho, mucho tiempo. Sin duda ha sido el proyecto más difícil de “De eso no se habla”. Sobre el tiempo de trabajo… desde aquel primer café que nos tomamos Bego y yo en Lasarte han pasado tres años.
-Dices: “Una serie de ‘Se habla producciones’, en coproducción con EITB Media y con el apoyo del Ministerio de Cultura”. ¿Contar con estos padrinos, hace que el pódcast gane en difusión y distribución?
-Para mí era muy importante contar con este respaldo. Ya habíamos contado con el apoyo del Ministerio de Cultura para la segunda temporada, y en esta para mí era muy importante que EITB fuera parte, porque esta es una historia que se tenía que contar también desde allí. Tener el apoyo de EITB ha sido un espaldarazo a la producción independiente como “De eso no se habla”, una apuesta de la cadena por un tema que es vasco, sí, pero también por una manera de crear contenido de manera lenta, de apostar por el periodismo de largo aliento.
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