La nueva carrera de septiembre...

- Como todos los años por estas fechas, y tras la publicación de la segunda ola del Estudio General de Medios de la AIMC, se reproduce la misma liturgia de todos los cursos: las cadenas empiezan a hacer públicas -o a filtrar- las principales novedades de su programación para la temporada siguiente, que comenzará, oficialmente, el primero de septiembre, a la vuelta de las vacaciones
- La SER y Onda Cero no han presentado novedades destacables en sus equipos de comunicadores, más allá de la incorporación de nuevas secciones y colaboradores; COPE ya ha anunciado la llegada de Pilar García de la Granja como nueva directora de “Mediodía COPE” y RNE, como empieza a resultar una tradición en las últimas temporadas, vuelve a dar un revolcón a su parrilla, para nuevo desconcierto de sus oyentes
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Presentación de la nueva programación de RNE para la Temporada 25-26 (Captura video promocional de RTVE.es) |
Cuando la radio privada, que se juega mucho más que la pública ante las audiencias y las agencias publicitarias, empieza, poco a poco, con firmeza pero con serenidad, a cambiar algunas de sus voces más tradicionales y veteranas, con nombres como los de Aimar Bretos, Rafa Latorre o Pilar García Muñiz, entre otros, la estrategia de RNE pasa por recuperar a profesionales de la generación boomer, muy próximos al perfil de sus oyentes, pero con limitada continuidad en el medio y largo plazo
En el caso de la SER, de momento siguen sus comunicadores
estrella: Àngels Barceló y Carles Francino, en la mañana y en la
tarde, respectivamente. Pero en algún momento, más cercano que lejano en el
tiempo, habrá que organizar su relevo, puesto que ambos están entrando en
edades que deben replantearse su ‘pase a la reserva’. El propio Francino se lo
comentaba a su gran amigo Andreu Buenafuente, en 2021: “Deberíamos
apartarnos un poquito”, declaró. El periodista catalán es consciente de
que forma parte de la llamada “Generación tapón”. “No
digo que nos den una patada en el culo y nos manden al vertedero” -afirma
Francino- pero “tiene
que haber gente de 35, de 40 años, que haga el trabajo que nosotros estamos
haciendo ahora”, completaba su reflexión. Hace cuatro años de estas
reflexiones. Cuatro temporadas.
Aimar Bretos forma parte de una nueva generación de
periodistas, formados en la cantera, que está demostrando una valía
incuestionable al frente de “Hora 25”. José Luis Sastre se ocupa
del “Hoy por Hoy” durante las vacaciones de su titular Barceló, pero
también está llamado, si los nuevos directivos de la SER actúan con prudencia y
oportunidad, a ocuparse de mayores responsabilidades. En la competencia, Rafa
Latorre, al frente de “La Brújula” de Onda Cero, está demostrando
que se puede hacer buen periodismo en radio teniendo veinte años menos que las
grandes glorias que acaparan su prime time. Igual que Pilar García Muñiz,
al frente de “La Tarde de COPE” o, en RNE, Íñigo Alfonso (de
momento en la retaguardia), Sandra Urdín, Ana Marta Ersoch o Carlos
Núñez, que se pondrá en septiembre al mando de “Mediodía RNE”, título
elegido por RNE para crear este contenedor, a imagen y semejanza de COPE, para
trapichear en el EGM.
Cuando algo parecía que se movía en la radio, y subrayo, en la radio comercial, que se juega mucho más que las cadenas financiadas con el erario público, la nueva propuesta de RNE no ha hecho más que recuperar veteranos profesionales, muy cercanos generacionalmente a las voces que ocupan en la actualidad el prime time de la radio española: el citado Juan Ramón Lucas, David Cantero, Rosa María Molló, Isabel Gemio o Ángeles Caso y, sobre todo, muy cercanos a los oyentes de la emisora pública que, de promedio, cuentan con 60 años. Es cierto que, probablemente para compensar, se incluyen también los fichajes de mi tocayo Gorka Rodríguez y Marta Solano. Si tuviéramos que elegir un calificativo para definir la apuesta de RNE, la elección sería ‘conservadora’.
Juan Ramón Lucas es una apuesta segura. Ha sido el menos contestado de los cambios introducidos en la nueva programación de la Temporada 24-25 de RNE, porque es un viejo conocido de la Casa de la Radio: el profesional que logró reunir a casi 1.500.000 de oyentes en las mañanas de RNE en 2012, y en lugar de premiarle y renovarle la confianza por los resultados alcanzados, fue despedido fulminantemente por el nuevo equipo del Partido Popular. Pero, ahora, tampoco hay proyecto, ni puede garantizarse la continuidad. El contrato firmado, de dos años, no permite muchas alegrías. La proximidad de 2027, año de elecciones, si es que el Gobierno de Pedro Sánchez no cae antes por las causas judiciales que tiene pendientes su partido, advierte de un posible nuevo cambio de siglas en La Moncloa, salvo milagro aritmético y conjunción de intereses ante un nuevo gobierno en minoría. Y así no se puede
La radio pública aspira directamente a la carrera por la
audiencia, cuando nunca hasta ahora nadie había visto esta necesidad que
confunde las reglas de juego del mercado. No es extraño que, desde El País, periódico
que pertenece al grupo PRISA, al que también pertenece la Cadena SER,
posiblemente la más afectada, en principio, por los cambios de RNE, Sergio
del Molino escriba: “No
entiendo la nueva programación de RNE”. Y añada: “Qué
gana la pública pareciéndose a unas radios comerciales que, en algunos
aspectos, ya arriesgan e innovan más que la pública. La audiencia es un tesoro
por el que muchos venderían a sus padres”. En el mismo periódico, tan
solo un día después, se publicó otra columna, esta vez de Jimena Sabadú,
que insistía en criticar a los responsables de RNE: “La
nueva programación de la radio relega la cultura, confunde lo accesible con lo
acrítico y desmantela el concepto de servicio público”.
Del Molino concluye su reflexión en El País, con un párrafo
demoledor: “Alguna
vez he escrito que una radio pública debería ser el metro de platino de todas
las radios: la medida de la excelencia, el estándar del que ningún radiofonista
que aspire a esos intangibles del prestigio y el respeto debería alejarse
demasiado. Es la mía una postura maximalista y quizá irrealizable, pero es una
postura. Y eso es lo que echo de menos en la programación que viene: un
criterio que no sea la caza desnortada de una audiencia improbable”, concluye.
Conceptos como “cultura’, “servicio público”, “prestigio”, “criterio”
salen a la palestra para ser analizados a contracorriente. La radio pública
debería encabezar esos conceptos, y abanderarlos con decisión y determinación,
y no darles la espalda en busca de una carrera por la audiencia “improbable”,
como la define del Molino, y que certifica el EGM, una ola tras ola, porque no hay
oyentes nuevos, lo que convierte el juego de la guerra de las audiencias en un
inevitable robo de oyentes de unas cadenas a otras. Y, en este sentido, ¿quién
tiene más que perder?
RNE lleva varias temporadas cambiando sus mañanas, sus
tardes... desorientando a sus oyentes más fieles, que no entendieron a ese prodigio
de comunicador ‘máquina’ como es Ángel Carmona (que tal vez debería
regresar a Radio 3 para ocuparse de toda la mañana, simultaneando la señal en Youtube),
ni tuvieron tiempo suficiente para ‘conocer’ a Carlos Santos y
Samanta Villar, Lourdes Maldonado, Carles Mesa, Julia Varela, y tantos
nombres que intentaron ofrecer su mejor versión, pero no tuvieron tiempo
material de consolidar su programa. Sin olvidar el trasvase de Pepa
Fernández del fin de semana que consiguió perder oyentes en ambas ubicaciones.
La última, Mamen Asencio, un valor seguro de la radio pública, que puso
toda su profesionalidad al servicio de “Las Mañanas de RNE”, con una
falta de proyecto a corto plazo absolutamente desmotivadora.
Ante este caos en la programación, que se corresponde con los cambios en la jefatura de Programas de RNE, la desaparición y amortización del cargo de Director de RNE desde tiempos de Pérez Tornero, que cambió la estructura de vertical a transversal, con muy poco éxito, lo cierto es que todos han intentado aportar, sin darse cuenta de que precisamente lo que necesita la radio pública es estabilidad. Y que, si todos cambian, y si todos son cesados, y llega otro, y vuelve a cambiar, la que se resiente es la antena y, por supuesto, el oyente. No sería de extrañar que, ante esta situación, muchos oyentes hayan aplicado a RNE el ‘efecto rechazo’, y hayan decidido abandonar la emisora pública, esté quien esté.
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Hay muchas expectativas puestas en él, porque Juan Ramón Lucas se ocupará de toda la mañana de RNE a partir del 1 de septiembre. Es la principal apuesta de la radio pública (Fotografía RTVE.es) |
Juan Ramón Lucas es una apuesta segura. Ha sido el menos contestado de los cambios introducidos en la nueva programación de la Temporada 24-25, porque es un viejo conocido de la Casa de la Radio: el profesional que logró reunir a casi 1.500.000 de oyentes en las mañanas de RNE en 2012, y en lugar de premiarle y renovarle la confianza por los resultados alcanzados, fue despedido fulminantemente por el nuevo equipo del Partido Popular. Pero, ahora, tampoco hay proyecto, ni puede garantizarse la continuidad. El contrato firmado, de dos años, no permite muchas alegrías. La proximidad de 2027, año de elecciones, si es que el Gobierno de Pedro Sánchez no cae antes por las causas judiciales que tiene pendientes su partido, advierte de un posible nuevo cambio de siglas en La Moncloa, salvo milagro aritmético y conjunción de intereses ante un nuevo gobierno en minoría. Y así no se puede.
La experiencia nos lleva a concluir que RNE empezará
septiembre con un nuevo plantel de voces que aspira a mejorar los resultados de
audiencia de la radio pública, a intentar superar el millón psicológico de oyentes.
A intentar salir de esa posición crítica en la que EsRadio amenaza con el sorpasso,
aunque no ahogue. Es totalmente lícito y perseguible. Pero no tendrán tiempo
material para consolidar nada, ningún proyecto. No solo porque algunos de los comunicadores elegidos se
encuentran próximos a la jubilación, sino porque los actuales directivos de la
Corporación no pueden garantizar estabilidad y continuidad de estos proyectos
más allá de 2027, porque el resultado de las elecciones volverá a cambiarlo
todo. Me atrevo a pronosticar que, incluso si por un designio impensable del
destino, repitiera el PSOE, también se cambiarían las fichas de RTVE.
Y así no se puede conseguir nada. En los países de nuestro entorno, las radios públicas son las líderes en audiencia. Así ocurre con la prestigiosa BBC en Reino Unido, Radio France en Francia, la RAI en Italia o la ARD en Alemania, por citar solo cuatro ejemplos. Pero en todos estos casos concurren dos características que nunca podrá ofrecer RTVE: independencia y credibilidad. Estas son las claves de una corporación pública a las que no puede renunciar: independencia del poder de turno y credibilidad de sus servicios informativos. También creo que, con las limitaciones evidentes con que cuenta la radio pública española, se podría hacer mejor: no parece que la mejor estrategia pase por soliviantar a la plantilla de trabajadores de RNE marginando aquellos programas que constituyen la marca y la esencia del propio servicio público que representa una radio que pretende -así nos lo publicitan- que sea la de todos los españoles, no solo la de las grandes mayorías, sino también la de las grandes minorías.
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